“Me preocupo menos por las computadoras que piensan como personas y más sobre las personas que piensan como computadoras." Tim Cook
@jikatu 130708-0273-jikatu |
La vida misma ha sido siempre inteligente –a su manera aprende y resuelve problemas– lo que indica que la inteligencia no tiene por qué ser consciente de lo que hace, simplemente es y eso le bastó para ¡inventarnos a nosotros! Por ende, la inteligencia artificial no tiene por qué ser consciente de si misma, ya que es suficiente que a su manera muestre que aprende y resuelve problemas. En la medida que demuestre capacidad para resolver objetivos considerados complejos, tildarlo de inteligencia, aunque sea artificial, corresponde.
A diferencia de un programa de computación tradicional, basados en secuencias lógicas de acciones pre-programadas (por ejemplo, multiplicar dos números y siempre obtener el correcto y único resultado posible), las máquinas de inteligencia artificial se pueden visualizar como cajas negras donde está encapsulado todo el procesamiento de datos. Luego, de un lado de la misma estarían las entradas (por ejemplo, los píxeles de una foto) y del otro las salidas (identificar personas en dicha foto). Dentro de esa caja negra, una gran cantidad de parámetros son ajustados durante la etapa de entrenamiento con la propiedad de que luego nuevos datos también van teniendo su efecto; los valores de los mismos se siguen ajustando y la caja va mutando en supuestamente mejores versiones de si misma. Es decir, de cierta manera esta tecnología, a la vez de ir resolviendo un problema, aprende a cada vez resolverlo mejor.
En la inteligencia artificial, los errores tienen una probabilidad no nula. ¿Entonces, por qué se necesita este tipo de tecnología? Porque es lo mejor que se sabe hacer hoy día para resolver problemas muy complejos de los cuales no hay una solución exacta como cuando de multiplicar dos números se trata.
La inteligencia artificial no es el futuro, es el hoy. Todos la estamos usando (en particular su versión llamada "machine learning") aunque no seamos conscientes de ello; y muchos de sus usos, como el traductor de Google, Siri o Google Voice, o la detección facial de Facebook, son de uso gratuito y casi universal.
Uniendo el traductor de Google con el interpretador de voz, nos permite comenzar a conversar con culturas diferentes; gran hito en la evolución del ser humano ya que rompe uno de los grandes muros históricos de separación de culturas. En este caso, esta caja negra, este "inteligente" zombie, es la máquina más potente de promoción de la globalización jamás antes inventada permitiéndonos dar el salto del comercio global a la comunicación directa y sin fronteras entre todos los individuos del planeta.
De todos modos, una cosa es aprender y resolver problemas, otra es entender qué se está haciendo. Como vimos, entender no es un requisito de la inteligencia biológica y por ende tampoco de la inteligencia artificial. Entender es más bien la capacidad de convertir información compleja en información simple y útil. Por ejemplo, si leemos un libro, para hacer un resumen coherente, magistral y de una carilla, se requiere de la propiedad de poder pensar, de poder entender. La inteligencia artificial esta muy lejos de lograr entender y de hecho ni siquiera entendemos por qué estas cajas negras funcionan ni cuando tienen éxito, ni cuando fallan. Además, es un problema abierto demostrar si esto que los humanos hacemos con total naturalidad, entender, la inteligencia artificial alguna vez lo va a lograr; aunque, es bueno aclararlo, no podamos al menos aún demostrar lo contrario.
Hace ya algunos milenios que el proceso de innovación no depende solamente de mutaciones genéticas, sino de la mente humana y de esa peculiar propiedad que llamamos conciencia capaz no solo de generar imágenes cada vez más sofisticadas de la realidad sino de teorizar dialécticamente sobre ella imaginando nuevas realidades y haciéndolas luego posible. Es así que nuestros cerebros, con sus mentes abarcadoras no paran de inventar.
La matemática, "la reina de las ciencias" (ref. Carl Friedrich Gauss), es el producto humano por excelencia del que luego derivan las computadoras. La inteligencia artificial es matemática en acción, nuestra sabiduría en acción. Es un reflejo de nuestra inteligencia, es la mejor foto de nuestra mente. Si descubrimos toda la matemática de nuestra mente, acaso nada impediría que terminemos siendo superados por nuestro propio artilugio...
La inteligencia artificial es un gran ejercicio para comenzar a entender y profundizar sobre nuestra mente y nuestro cerebro. Sin probablemente quererlo, sea el rol filosófico que le atañe. Es una forma concreta de acercarnos a imitar algunas de sus capacidades. En este inseparable camino que ya no tiene vuelta atrás, nuestra mente logrará entender otras cosas que aún ni podemos imaginar y que serán más profundas aún, en un juego y baile amalgamado generando un proceso de crecimiento exponencial del conocimiento.
¿Debemos tenerle miedo a la inteligencia artificial? Nuestra mente es un universo de secretos a desentrañar. Dicen que solo nos hemos adentrado en no más de un 10 % de lo que allí tenemos. Si es a lo desconocido a lo que le debemos tener miedo, ¿no deberíamos entonces tenerle más miedo a nuestra mente? La inteligencia artificial aún no es una ciencia, aún no se comprende por qué realmente funciona, aún tiene mucho de "receta de cocina". Como toda tecnología, vendrá acompañada de grandes desafíos, de oportunidades y también de peligros ya que como entre otras tantas áreas, no está librada a que hackers se infiltren y hagan que nuevos datos logren modificar el comportamiento original deseado.
Históricamente, según Christopher Bader: "la gente tiende a expresar el mayor nivel de temor sobre las cosas de las que dependen pero que no tienen sobre ellas control alguno, y eso es casi una definición perfecta de lo que es tecnología." Por ejemplo, en los inicios de la telefonía, la gente creía que por dicha vía se comunicaría con los muertos generándoles pavor. Hoy, el indispensable teléfono celular, es nuestro compañero inseparable que nos genera estrés si nos lo olvidamos y al mismo tiempo es el medio por el cual sabemos perdemos gran parte de nuestra privacidad. Sin embargo, terminamos acostumbrándonos, adaptándonos y conviertiéndolo en algo imprescindible en nuestras vidas y no se de nadie que le genere miedo alguno su uso.
Por más miedos primarios, la inteligencia artificial está comenzando a adentrarse en nuestra cotidianidad. Ya hay ciudades donde funcionan autos autónomos, hospitales donde la inteligencia artificial ayuda a los médicos a la detección más certera de enfermedades, a generar eficiencia energética y reducir derroches en las redes eléctricas y quien sabe quizás nos ayude a reducir los efectos de uno de los temas más candentes a resolver de este siglo en curso, el cambio climático.
La inteligencia artificial aún en modo zombie es un gran logro humano, un logro de la vida, un paso más en nuestra evolución como especie que no da tregua.
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