LOS SIETE ELEMENTOS Y EL HOMBRE

"La conciencia humana en el espejo de los siete elementos"
Libro de Debora Colagreco; fotografía de Jimmy Baikovicius



Verónica Artagaveytia, “Bispiral”

Los siete elementos y el hombre es un libro en que "las imágenes llegan al corazón, a la mente, y al plexo solar", nos dice Débora en su reciente presentación de su obra en la librería Kier. Imágenes que se generan a través de un viaje onírico que comienza cuando su primo deja la Tierra y vuelve a ella a través de su pensamiento, acompañándola en constante diálogo donde juntos recorren las temática de los siete elementos (que hacen parte y todo del Universo y de a la esencia de nuestro ser): Tierra (la estabilidad), Agua (la emoción), Fuego (la intención, el poder, la acción), Aire (el deseo de amar), Sonido (la voz, la coherencia), la Luz (visión y la toma de decisiones), y el Pensamiento (la imaginación).

"Es un libro que toca temas de filosofía, psicología, ciencia, física cuántica, chamanismo, y espiritualidad" nos cuenta Débora. Con eje en el número siete, así los siete elementos, número que simboliza ya desde los antiguos egipcios "el número crítico, el número de la trasmutación, del cambio; representación de la fase cíclica de la vida, del eterno retorno".

Y saca de cada capítulo siete frases muy importantes para la autora donde está, según ella, la clave sobre cada elemento, y las ilustra con mis fotografías. Fotografías seleccionadas por Débora de mi banco de fotografías en flickr, o tomadas especialmente para el libro (las de Fiorella Ravagli y las de la obra de arte de Verónica Artagaveytia, “Bispiral”).

Fiorella Ravagli
Y de cada elemento da su visión científica, pero también filosófica y espiritual, hasta llegar a su aspecto práctico, a los límites, a sus confines. Y de cada elemento entonces saca siete frases que las asocia, representa, con una de mis imágenes.

El libro esta acompañado por un CD de música; temas musicales, vibraciones inundadas de sonidos naturales evocativos de cada uno de los siete elementos. Y la tríada: texto, música, foto, enriquecen cada uno a su manera la obra de Débora.



Es un libro lleno de preguntas (¿qué es el poder?, ¿qué es el cambio climático?), donde además de su primo, hay díalogos con Freud, Jung, Einsten, Pitágoras, Platon, Kant, entre muchos otros genios que la acompañan también y la ayudan a generar repuestas. Diálogos cuyo fin es lograr entender y visualizar lo que tenemos que hacer para ser más coherentes con lo que decimos, para sentir más profundamente con el corazón, y para lograr accionar más de acuerdo a nuestra forma de ver y sentir.



Como fotógrafo de todas las fotografías del libro, me voy a referir seguidamente a la temática de la esencia de la fotografía y del porqué quizá mis imágenes parecen haber cuativado a Débora para ilustrar lo que ella rescata como las frases más representativas de cada elemento.

..."los eventos localizados nos dan la ilusión colectiva del paso del tiempo"
¿Qué más representativo que una foto como el objeto que más nutre esa ilusión?



..."vamos a entender por qué hemos alimentado la impresión de que el tiempo fluye siempre hacia adelante, de forma lineal, hacia un futuro que, en realidad, no existe".



Las fotos, en sus múltiples formas de vistas tal imágenes, donde nuestra mente debe actuar para interpretar esa obejtiva captura de un pequeño cono de la realidad (espacio), en un instante dado (tiempo), es resultado de absorción directa de luz convertida en pura información, luz que es un elemento exterior a nosotros y que no está --en fotos naturales y no de estudio-- bajo nuestro control.

Y "las experiencias de la vida son como la luz", más aún en una foto que es el registro de como la luz impactó directa y objetivamente en el instrumento llamado cámara de fotos.


Entonces esa experiencia capturada, la foto, sufre un grado de deterioro como experiencia empaquetada, y la eleva a otro plano de representación. Como captura de una experiencia, es parte de la información de la realidad, es parte ilusión y es parte interpretación. Ya que es la mente humana la que procesa esta información de un objeto que no es real, sino un dibujo; en definitiva, es nuestra mente quien interpreta lo que es.

Entonces "vemos como a través de un espejo, de manera confusa".


Y una foto, ¿no es más confusa aún que cualquier reflejo? Pues la fotografía sólo la vemos a través de un proceso de representación. Los no humanos de esta tierra nunca las comprenden; la fotografía es una actividad intrínsicamente humana. Algo que tomamos hoy como un hecho cotidiano, que cualquier niño entiende sin que nadie parezca enseñarle, es sin embargo un hecho extraordinariamente misterioso. Es vivir en un mundo ficticio.


¿No es acaso muy cierto que por momentos nos preocupa más de cómo salimos en una representación 2D, lo que llamamos foto, que de cómo estamos en la realidad? ...que hay un perfil que no nos favorece, que me agarraste sin peinarme, etc. ¡Pero en la foto no somos nosotros! Son pixeles en una pantalla, es sólo tinta impresa en papel, pero ordenada de forma tal, que informa, cuenta, fantasea.


Ya antes de la fotografía, la pintura generaba representaciones, pero mucho antes aún, nuestra concepción de la realidad, desde que somos raza humana toma otro plano, el plano de la ficción y nunca la abandona. Ya no no somos como los animales, que se relacionan solamente y en forma directa con la realidad. Ahora somos nuestras historias, nuestras ideas, nuestras concepciones.
Y es esto lo que domina nuestro mundo. Al extremo tal que por estas ideas y sólo por ellas, el ser humano es capaz de morir ¡y también matar! Los animales, ni matan por ideas, ni por representaciones...


Débora nos habla del lenguaje de los siete elementos, y nos dice que esto es simbólico, y que "aprender a identificarse y reflejarse en ellos significa enriquecerse internamente, con el fin de profundizar y conectarnos con nuestro interior". Pues bien, ¡no hay nada más directamente simbólico que una foto!


Y este libro es una muestra de ello. Si yo he podido contribuir ilustrando todo su libro, con fotos que he tomado en muy disímiles circunstancias --la mayoría de ellas ajenas al objetivo en sí de este libro-- es porque quizá mi conexión con lo que observo contiene parte de la realidad que ella pretende
presentarnos, esa conexión humana con los siete elementos.

Esto es lo que más valoro de nuestro encuentro con Débora en esta obra, ese complemento de representaciones no buscada pero patente y potente; sus ideas y sueños escritos; mis observaciones del mundo que en capturas fotográficas.



Tomo la cámara, y observo. 
Cambio.
Ya no soy el mismo.
En mi mente no hay más nada.
Sólo lo que veo y lo que interpreto, conciente e inconcientemente.
Se me van la preocupaciones.
Se me olvida la agenda.
No siento responsabilidades.
Es como que se detiene el tiempo, y a la vez fluye a máxima velocidad.
No podemos fotografiar el futuro
y una foto es información pura,
información del pasado.
Estamos solamente en el presente
y con estos instantes presentes vividos a pleno,
creo yo,
capturé quizá a Débora...




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